Soy el señor, Dios de toda la humanidad ¿Habrá algo imposible para mi?
Jeremías 32:27
Venezuela bajo un ordenamiento jurídico y bíblico. El gobierno de Dios con vara de hierro sobre esta nación de acuerdo a la profecía :
Y al vencedor, al que guarda mis obras hasta el fin, LE DARÉ AUTORIDAD SOBRE LAS NACIONES; 27 Y LAS REGIRÁ CON VARA DE HIERRO...
Apocalipsis 2: 26
El propósito es: Restaurar el orden cristiano en Venezuela para la sanación nacional. Cambiarle radicalmente la faz social y política a este país, de un modelo profano, materialista y egoísta de ofensa a Dios a un modelo espiritual de obediencia a las leyes de Dios y de fraternidad nacional.
El Partido de Dios (Teocracia Venezuela) se basa en tres puntos principales para la unidad nacional.
.Un Dios
.Una ley de Dios nacional
.Un pueblo de Dios (Venezuela)
Puntos para cambiar este país
.Supresión de la corrupción, en todas sus formas
.Supresión del vicio
.Supresión de la prostitución, diversidad de géneros y parecidos
.Supresión de la idolatría religiosa, patriótica y en cualquier otra forma
.Construcción de una verdadera sociedad en pacto constitucional con Dios
.Cada ciudadano de este nuevo pacto queda convertido en socio en igualdad de derecho con el resto
.Cada socio aporta a la sociedad la misma cantidad y valor en capital por lo cual recibe igual beneficio
.El estado y el gobierno pasan al servicio de Dios para servir al pueblo. En este caso el estado y el gobierno pasan a depender de Dios y del pueblo pueblo
.La soberanía pasa de el pueblo a Dios en cual la ejerce mediante su santa ley y la institución de una regencia teocrática..
Justificación de la ley de Dios
Cuando Wyclif escribió de su Biblia en inglés dijo: «Esta Biblia es para el gobierno de Dios, por Dios y para el pueblo», su enunciado no atrajo ninguna atención en lo que tiene que ver con su énfasis sobre la centralidad de la ley bíblica.
El que la ley debía ser la ley de Dios era algo que todos creían; el alejamiento de Wyclif de la opinión aceptada fue que el mismo pueblo no solo debería leer y saber esa ley sino que también debería, en algún sentido, gobernar y también ser gobernado por ella.
Brin ha dicho, en cuanto al orden social hebreo, que difería de todos los demás en que se consideraba como cimentado y gobernado por la ley de Dios dada específicamente para el gobierno del hombre .
No menos que el Israel antiguo, el cristianismo creía ser el ámbito de Dios porque se gobernaba por la ley de Dios según se presenta en las Escrituras. Hubo alejamientos de esa ley, variaciones de ella, y laxitud en la fidelidad a ella, pero el cristianismo se consideraba el nuevo Israel de Dios y no menos sujeto a su ley.
Cuando Nueva Inglaterra empezó su existencia como entidad legal, su adopción de la ley bíblica fue un retorno a las Escrituras y un retorno al pasado de Europa.
Fue un nuevo comienzo en términos de viejos cimientos. No fue un comienzo fácil, porque los muchos siervos que vinieron con los puritanos más tarde se rebelaron en pleno contra toda fe y orden bíblico . No obstante, fue un regreso firme a los fundamentos del cristianismo.
Herejía política
Es una herejía moderna la que sostiene que la ley de Dios no tiene significado ni ninguna fuerza obligatoria para el hombre de hoy. Es un aspecto de la influencia del pensamiento humanístico y evolucionista sobre la iglesia cristiana, y plantea a un dios que evoluciona y se desarrolla. Este dios «dispensacional» se expresó en la ley en una edad temprana; y luego se expresó más tarde por gracia sola, y ahora tal vez va a expresarse de alguna otra manera. Pero este no es el Dios de las Escrituras, cuya gracia y ley permanecen sin cambio en toda edad, porque, como Señor soberano y absoluto, no cambia, ni tampoco necesita cambiar.
Una característica central de las iglesias y de la predicación y enseñanza bíblica modernas es el antinomianismo, una posición contraria a la ley. El antinomiano piensa que la fe libra de la ley al creyente, y este no está fuera de la ley sino más bien muerto a la ley.
No hay absolutamente ninguna garantía en las Escrituras para el antinomianismo. La expresión «muerto a la ley», en verdad está en las Escrituras (Gá 2:9; Ro 7:4), pero se refiere al creyente en relación a la obra expiatoria de Cristo como el representante y sustituto del creyente; el creyente está muerto a la ley como acusación, como sentencia de muerte en contra suya, pues Cristo murió por él, pero el creyente está vivo a la ley en cuanto a la justicia de Dios.
El propósito de la obra expiatoria de Cristo fue restaurar al hombre a una posición de guardar el pacto en lugar de romperlo, capacitar al hombre para guardar la ley al libertarlo «de la ley del pecado y de la muerte» (Ro 8:2), «para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros» (Ro 8:4). El hombre es restaurado a su posición de cumplidor de la ley.
La ley, pues, tiene una posición de centralidad en la formulación de cargos contra el hombre (sentencia de muerte contra el hombre pecador); en la redención del hombre (el hecho de que Cristo, aunque fue perfecto cumplidor de la ley como el nuevo Adán, murió como sustituto del hombre), y en la santificación del hombre (proceso en que el hombre crece en la gracia conforme crece en su observancia de la ley, porque la ley es el camino a la santificación).
El hombre cuando es quebrantador del pacto está en «enemistad contra Dios» (Ro 8:7) y está sujeto a «la ley del pecado y de la muerte» (Ro 8:2), mientras que el creyente está bajo «la ley del espíritu de vida en Cristo» (Ro 8:2).
El hombre, en su esfuerzo por establecer un dominio separado y jurisdicción autónoma sobre la tierra (Gn 3:5), cayó en el pecado y la muerte. Dios, a fin de restablecer su Reino, llamó a Abraham, y luego a Israel, a que fueran su pueblo, a que sojuzgaran la tierra, y se enseñorearan bajo Dios.
La ley, según fue dada por medio de Moisés, estableció las leyes de una sociedad piadosa, del verdadero desarrollo del hombre bajo Dios, y los profetas repetidas veces volvieron a llamar a Israel a este propósito.
Un pacto, el mismo pacto bajo diferentes administraciones, todavía prevalece.
Al hombre se le llama a producir la sociedad que Dios requiere. La determinación del hombre y la historia proceden de Dios, pero la referencia de la ley de Dios es a este mundo. «El ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Ro 8:6), y tener una mentalidad espiritual no quiere decir ser del otro mundo sino aplicar bajo la dirección del Espíritu Santo a este mundo los mandatos de la palabra escrita. Un cristianismo sin ley es una contradicción de términos: es anticristiano.
El propósito de la gracia no es hacer a un lado la ley, sino cumplir la ley y capacitar el hombre para que la guarde.
La creciente violación de la ley y el orden se debe atribuir primero que nada a las iglesias y su persistente antinomianismo. Si las iglesias son flojas respecto a la ley, ¿acaso la gente no van a serlo? Y la ley temporal no se puede separar de la ley bíblica, porque la doctrina bíblica de la ley incluye toda la ley temporal, eclesiástica, social, familiar, y toda otra forma de ley.
El orden social que menosprecia a la ley de Dios se coloca a sí mismo en el corredor de la muerte: está destinado al juicio.
En toda cultura la ley es religiosa por su origen. Porque la ley gobierna al hombre y a la sociedad, porque establece y declara el significado de justicia y rectitud, la ley es ineludiblemente religiosa, puesto que establece en forma práctica los supremos intereses de una cultura. De igual manera, una premisa fundamental y necesaria en todo estudio de la ley debe ser, primero, un reconocimiento de esta naturaleza religiosa de la ley.
Segundo, se debe reconocer que en cualquier cultura la fuente de la ley es el dios de esa sociedad. Si la ley tiene su fuente en la razón del hombre, la razón es el dios de esa sociedad. Si la fuente es una oligarquía, una corte, senado o gobernante, esa fuente es el dios de ese sistema.
El humanismo moderno, la religión del Estado, ubica la ley en el Estado y hace del Estado, o del pueblo, representado por el Estado, el dios del sistema. Como dijo Mao Tse-Tung: «Nuestro Dios no es otro que las masas del pueblo chino» .
En la cultura occidental, la ley ha ido pasando de Dios a las personas (o al estado) como su fuente, aunque el poder y la vitalidad históricos de Occidente han estado en la fe y la ley bíblicas. Tercero, en una sociedad, cualquier cambio de la ley es un cambio de religión explícito o implícito.
Es más, nada revela con mayor claridad el cambio religioso en una sociedad que una rebelión legal. Cuando los cimientos legales pasan de la ley bíblica a la ideología humanística, eso quiere decir que la sociedad deriva su vitalidad y poder del humanismo, y no del teísmo cristiano.
Quinto, en un sistema de ley no puede haber tolerancia para otra religión. La tolerancia es un artificio que se usa para introducir un nuevo sistema de ley como preludio a una nueva intolerancia.
El positivismo legal, fe humanística, ha sido salvaje en su hostilidad al sistema legal bíblico y ha aducido ser un sistema «abierto».
El propósito de Dios al requerir de Adán que se enseñoreara en la tierra sigue siendo su palabra de pacto continuado: el hombre, creado a imagen de Dios y con la orden de sojuzgar la tierra y enseñorearse en ella en nombre de Dios, es llamado de nuevo a esta tarea y privilegio mediante su redención y regeneración. La ley es por consiguiente la ley para el hombre cristiano y para la sociedad cristiana.
Nada es más mortífero ni más perjudicial que la noción de que el creyente está en libertad respecto a la clase de ley que puede tener.
Veo que muchos yerran peligrosamente ya que piensan que un estado no puede ser bien gobernado si, dejando a un lado la legislación mosaica, no se rige por las leyes comunes de las demás naciones. Cuán peligrosa y sediciosa sea tal opinión lo dejo a la consideración de los otros; a mí me basta probar que es falsa e insensata.
Tales ideas, comunes en círculos calvinistas y luteranos, y en virtualmente todas las iglesias, son de todas formas tontería heréticas. Calvino favorecía «la ley común de las naciones». Pero la ley común de las naciones en su día era la ley bíblica, aunque extensamente desnaturalizada por la ley romana. Y esta «ley común de las naciones» estaba evidenciando cada vez más una nueva religión: el humanismo.
El calvinismo quería el establecimiento de la religión cristiana; no pudo tenerla, ni podía haber durado en Ginebra, sin la ley bíblica.
Dos eruditos reformados, al escribir sobre el estado, declaran: «Debe ser siervo de Dios, para nuestro bienestar. Debe ejercer justicia, y tiene el poder de la espada». Sin embargo estos hombres siguen a Calvino al rechazar la ley bíblica a favor de «la ley común de las naciones».
Pero, ¿puede el estado ser siervo de Dios y soslayar la ley de Dios? Y, si el estado «debe ejercer justicia», ¿cómo se define la justicia, por las naciones o por Dios?
La legislación bíblica, «No matarás», y «No robarás»? ¿Acaso no tienen el propósito de ser válidos para todo tiempo y en todo orden temporal?
La ley bíblica es el único medio por el que el hombre puede cumplir su mandato de la creación de ejercer dominio bajo Dios. Aparte de la ley revelada, el hombre no puede decir que está bajo Dios sino en rebelión contra Dios.
Al analizar este mandamiento, «no hurtarás», es importante notar, (a) que esto es positivamente el establecimiento de la propiedad privada, aun cuando, negativamente, castiga los atentados contra la propiedad. El mandamiento, de este modo, establece y protege un aspecto básico de la vida. Pero, (b) incluso más importante, este establecimiento de propiedad parte, no del estado ni del hombre sino del Dios soberano y omnipotente.
En esencia, romper la ley es ir de lleno contra Dios, puesto que todo y toda persona es creación suya. Pero David declaró, con referencia a sus actos de adulterio y asesinato: «Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos» (Sal 51:4). Esto quiere decir, entonces, (d) que la anarquía también es pecado, o sea, que cualquier acto de desobediencia temporal, de familia, eclesiástico u otro acto social, es también una ofensa religiosa a menos que la desobediencia sea por obedecer primero a Dios.
Este tipo de norma jurídica ilustra no solo el significado de la norma jurídica en las Escrituras, sino también su necesidad. Sin norma, la ley de Dios pronto quedaría reducida a un ámbito en extremo limitado de significado. Esto, por supuesto, es lo que ha sucedido.
Los que niegan la presente validez de la ley aparte de los Diez Mandamientos tienen como consecuencia una definición muy limitada de robo. Su definición por lo general se guía por la ley civil de su país, es humanística, y no es radicalmente diferente de las definiciones que dan los musulmanes, budistas y humanísticas.
La ley, entonces, primero enuncia principios; segundo, cita casos para desarrollar las implicaciones de esos principios, y, tercero, tiene como propósito y rumbo la restitución del orden de Dios.
Este tercer aspecto es básico para la ley bíblica, e ilustra de nuevo la diferencia entre la ley bíblica y la ley humanística. Según un erudito, «la justicia en su sentido Introducción verdadero y propio es un principio de coordinación entre seres subjetivos» . Tal concepto de justicia no solo es humanística sino también subjetivo.
Los hombres de la generación de Noé fueron destruidos en sus propósitos perversos, puesto que conspiraron contra el orden de Dios (Gn 6:5), a fin de instituir los procesos de restauración por medio de Noé.
El pacto de Dios con Adán le exigía que se enseñoreara sobre la tierra y la sojuzgara (Gn 1:26ss) bajo Dios y según la palabra-ley de Dios. Esta relación del hombre con Dios fue un pacto (Os 6:7). Pero toda la Escritura parte de la verdad de que el hombre siempre está en una relación de pacto con Dios.
El mandato de la creación fue precisamente el requisito de que el hombre sojuzgara la tierra y se enseñoreara sobre ella. No hay ni una sola palabra en las Escrituras que indiquen o impliquen que este mandato haya sido revocado. Hay palabras en las Escrituras que declaran que este mandato debe cumplirse y se cumplirá, y «la Escritura no puede ser quebrantada», según Jesús (Jn 10:35). Los que intenten violarla serán quebrantados.
La ley se da a las personas salvadas por gracia como su medio de gracia, para definir el privilegio y la bendición del pacto. Cuarto, se deduce, entonces, que la primera respuesta a la gracia, así como también el primer principio de la ley, es este: «No tendrás dioses ajenos delante de mí».
Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres. (Dt 6:1-3) Primero, el propósito al dictar estos mandamientos es despertar el temor a Dios, y que el temor estimule la obediencia. Debido a que Dios es Dios, el absoluto Señor y Legislador, el temor a Dios es la esencia de la cordura y el sentido común.
Apartarse del temor a Dios es carecer de todo sentido de realidad.
Segundo, «El mantener el temor a Dios traería prosperidad, y el crecimiento de la nación prometido a los padres. […] El crecimiento de la nación había sido prometido a los patriarcas desde el principio (Gn 1:1; cf. Lv 26:9)» . Es, por consiguiente, necesario conservar este temor y obediencia de generación a generación. En Deuteronomio 6:4-9 llegamos a una declaración central y básica del primer principio de la ley: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.
Los primeros dos versículos (6:4, 5) son el Shemá Israel, que se recita como la oración de la mañana y de la tarde en Israel, y «que los rabinos consideran que contiene los principios del decálogo»2 . La segunda porción de la shemá, v. , encuentra su eco en Deuteronomio 10:12, 13: Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad.
La ley prohíbe la propia ley del hombre: «No haréis como todo lo que hacemos nosotros aquí ahora, cada uno lo que bien le parece» (Dt 12:8), y esto se aplica a la adoración tanto como al orden moral.
El primer principio de la shemá Israel es, por lo tanto, un Dios, una ley. Es la declaración de un orden moral absoluto al cual el hombre debe avenirse.
Si Israel no puede admitir otro dios y otro orden-ley, no puede reconocer ninguna otra religión u orden-ley como válida ni para sí mismo ni para nadie. Debido a que Dios es uno, la verdad es una. Los demás perecerán en su camino, a menos que se vuelvan y se conviertan (Sal 2:12).
La coacción básica se reserva para Dios. Debido a que Dios es uno, y la verdad es una, la única ley tiene coherencia interna. La unidad de la verdad aparece en la unidad y coherencia de la ley. En lugar de ser estratos de diversos orígenes y utilidad, la ley de Dios es esencialmente una palabra, un todo unificado.
Los órdenes políticos modernos son estados imperiales politeístas, pero a las iglesias no les va mucho mejor. Sostener, como las iglesias católica romana, griega ortodoxa, luterana, calvinista, y virtualmente todas las demás sostienen, que la ley fue buena para Israel, pero que los cristianos y la iglesia cristiana están bajo la gracia y sin la ley, o bajo otra ley más alta, más nueva, es politeísmo implícito.
La herejía joaquimita ha infectado profundamente a la iglesia cristiana. Según esta herejía, la primera edad del hombre fue la edad del Padre, la edad de la justicia y la ley. La segunda edad fue la edad del Hijo, del cristianismo, de la iglesia y de la gracia. La tercera edad es la edad del Espíritu, en la cual los hombres se vuelven dioses y son su propia ley.
El dispensacionalismo también es evolucionista o politeísta o ambas cosas. Dios cambia o altera sus formas de tratar con el hombre, de manera que la ley se administra en una edad, y no en otra. Una ve la salvación por obras, otra por gracia, y así por el estilo.
Pero las Escrituras nos dan una aseveración contraria: «Porque yo Jehová no cambio» (Mal 3:6). Todo intento de contraponer la ley y la gracia es politeísta o por lo menos maniqueo; da por sentadas dos maneras y poderes supremos en contradicción entre sí. Pero la palabra de Dios es una palabra, y la ley de Dios es una ley, porque Dios es uno. La palabra de Dios es una palabra-ley, y es una palabra-gracia; la diferencia está en los hombres, en virtud de la elección de Dios, y no en Dios.
DEUTERONOMIO 30:19Leer mas
Tomando como referencia este pensamiento político-teológico, filosófico cristiano es que hemos de hechar las bases del nuevo pacto constitucional para levantar la Venezuela teocrática cristiana.
Si estas de acuerdo escribanos a nuestro correo teocraticosvzla@gmail.com
El propósito es: Restaurar el orden cristiano en Venezuela para la sanación nacional. Cambiarle radicalmente la faz social y política a este país, de un modelo profano, materialista y egoísta de ofensa a Dios a un modelo espiritual de obediencia a las leyes de Dios y de fraternidad nacional.
El Partido de Dios (Teocracia Venezuela) se basa en tres puntos principales para la unidad nacional.
.Un Dios
.Una ley de Dios nacional
.Un pueblo de Dios (Venezuela)
Puntos para cambiar este país
.Supresión de la corrupción, en todas sus formas
.Supresión del vicio
.Supresión de la prostitución, diversidad de géneros y parecidos
.Supresión de la idolatría religiosa, patriótica y en cualquier otra forma
.Construcción de una verdadera sociedad en pacto constitucional con Dios
.Cada ciudadano de este nuevo pacto queda convertido en socio en igualdad de derecho con el resto
.Cada socio aporta a la sociedad la misma cantidad y valor en capital por lo cual recibe igual beneficio
.El estado y el gobierno pasan al servicio de Dios para servir al pueblo. En este caso el estado y el gobierno pasan a depender de Dios y del pueblo pueblo
.La soberanía pasa de el pueblo a Dios en cual la ejerce mediante su santa ley y la institución de una regencia teocrática..
Justificación de la ley de Dios
Cuando Wyclif escribió de su Biblia en inglés dijo: «Esta Biblia es para el gobierno de Dios, por Dios y para el pueblo», su enunciado no atrajo ninguna atención en lo que tiene que ver con su énfasis sobre la centralidad de la ley bíblica.
El que la ley debía ser la ley de Dios era algo que todos creían; el alejamiento de Wyclif de la opinión aceptada fue que el mismo pueblo no solo debería leer y saber esa ley sino que también debería, en algún sentido, gobernar y también ser gobernado por ella.
Brin ha dicho, en cuanto al orden social hebreo, que difería de todos los demás en que se consideraba como cimentado y gobernado por la ley de Dios dada específicamente para el gobierno del hombre .
No menos que el Israel antiguo, el cristianismo creía ser el ámbito de Dios porque se gobernaba por la ley de Dios según se presenta en las Escrituras. Hubo alejamientos de esa ley, variaciones de ella, y laxitud en la fidelidad a ella, pero el cristianismo se consideraba el nuevo Israel de Dios y no menos sujeto a su ley.
Nueva Inglaterra Teocática Cristiana
Cuando Nueva Inglaterra empezó su existencia como entidad legal, su adopción de la ley bíblica fue un retorno a las Escrituras y un retorno al pasado de Europa.
Fue un nuevo comienzo en términos de viejos cimientos. No fue un comienzo fácil, porque los muchos siervos que vinieron con los puritanos más tarde se rebelaron en pleno contra toda fe y orden bíblico . No obstante, fue un regreso firme a los fundamentos del cristianismo.
Herejía política
Es una herejía moderna la que sostiene que la ley de Dios no tiene significado ni ninguna fuerza obligatoria para el hombre de hoy. Es un aspecto de la influencia del pensamiento humanístico y evolucionista sobre la iglesia cristiana, y plantea a un dios que evoluciona y se desarrolla. Este dios «dispensacional» se expresó en la ley en una edad temprana; y luego se expresó más tarde por gracia sola, y ahora tal vez va a expresarse de alguna otra manera. Pero este no es el Dios de las Escrituras, cuya gracia y ley permanecen sin cambio en toda edad, porque, como Señor soberano y absoluto, no cambia, ni tampoco necesita cambiar.
La validez de la ley bíblica
Una característica central de las iglesias y de la predicación y enseñanza bíblica modernas es el antinomianismo, una posición contraria a la ley. El antinomiano piensa que la fe libra de la ley al creyente, y este no está fuera de la ley sino más bien muerto a la ley.
No hay absolutamente ninguna garantía en las Escrituras para el antinomianismo. La expresión «muerto a la ley», en verdad está en las Escrituras (Gá 2:9; Ro 7:4), pero se refiere al creyente en relación a la obra expiatoria de Cristo como el representante y sustituto del creyente; el creyente está muerto a la ley como acusación, como sentencia de muerte en contra suya, pues Cristo murió por él, pero el creyente está vivo a la ley en cuanto a la justicia de Dios.
El propósito de la obra expiatoria de Cristo fue restaurar al hombre a una posición de guardar el pacto en lugar de romperlo, capacitar al hombre para guardar la ley al libertarlo «de la ley del pecado y de la muerte» (Ro 8:2), «para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros» (Ro 8:4). El hombre es restaurado a su posición de cumplidor de la ley.
La ley, pues, tiene una posición de centralidad en la formulación de cargos contra el hombre (sentencia de muerte contra el hombre pecador); en la redención del hombre (el hecho de que Cristo, aunque fue perfecto cumplidor de la ley como el nuevo Adán, murió como sustituto del hombre), y en la santificación del hombre (proceso en que el hombre crece en la gracia conforme crece en su observancia de la ley, porque la ley es el camino a la santificación).
El hombre cuando es quebrantador del pacto está en «enemistad contra Dios» (Ro 8:7) y está sujeto a «la ley del pecado y de la muerte» (Ro 8:2), mientras que el creyente está bajo «la ley del espíritu de vida en Cristo» (Ro 8:2).
El hombre, en su esfuerzo por establecer un dominio separado y jurisdicción autónoma sobre la tierra (Gn 3:5), cayó en el pecado y la muerte. Dios, a fin de restablecer su Reino, llamó a Abraham, y luego a Israel, a que fueran su pueblo, a que sojuzgaran la tierra, y se enseñorearan bajo Dios.
La ley, según fue dada por medio de Moisés, estableció las leyes de una sociedad piadosa, del verdadero desarrollo del hombre bajo Dios, y los profetas repetidas veces volvieron a llamar a Israel a este propósito.
Un pacto, el mismo pacto bajo diferentes administraciones, todavía prevalece.
Al hombre se le llama a producir la sociedad que Dios requiere. La determinación del hombre y la historia proceden de Dios, pero la referencia de la ley de Dios es a este mundo. «El ocuparse del Espíritu es vida y paz» (Ro 8:6), y tener una mentalidad espiritual no quiere decir ser del otro mundo sino aplicar bajo la dirección del Espíritu Santo a este mundo los mandatos de la palabra escrita. Un cristianismo sin ley es una contradicción de términos: es anticristiano.
El propósito de la gracia no es hacer a un lado la ley, sino cumplir la ley y capacitar el hombre para que la guarde.
La creciente violación de la ley y el orden se debe atribuir primero que nada a las iglesias y su persistente antinomianismo. Si las iglesias son flojas respecto a la ley, ¿acaso la gente no van a serlo? Y la ley temporal no se puede separar de la ley bíblica, porque la doctrina bíblica de la ley incluye toda la ley temporal, eclesiástica, social, familiar, y toda otra forma de ley.
El orden social que menosprecia a la ley de Dios se coloca a sí mismo en el corredor de la muerte: está destinado al juicio.
"El pueblo convertido en dios"
En toda cultura la ley es religiosa por su origen. Porque la ley gobierna al hombre y a la sociedad, porque establece y declara el significado de justicia y rectitud, la ley es ineludiblemente religiosa, puesto que establece en forma práctica los supremos intereses de una cultura. De igual manera, una premisa fundamental y necesaria en todo estudio de la ley debe ser, primero, un reconocimiento de esta naturaleza religiosa de la ley.
Segundo, se debe reconocer que en cualquier cultura la fuente de la ley es el dios de esa sociedad. Si la ley tiene su fuente en la razón del hombre, la razón es el dios de esa sociedad. Si la fuente es una oligarquía, una corte, senado o gobernante, esa fuente es el dios de ese sistema.
El humanismo moderno, la religión del Estado, ubica la ley en el Estado y hace del Estado, o del pueblo, representado por el Estado, el dios del sistema. Como dijo Mao Tse-Tung: «Nuestro Dios no es otro que las masas del pueblo chino» .
En la cultura occidental, la ley ha ido pasando de Dios a las personas (o al estado) como su fuente, aunque el poder y la vitalidad históricos de Occidente han estado en la fe y la ley bíblicas. Tercero, en una sociedad, cualquier cambio de la ley es un cambio de religión explícito o implícito.
Es más, nada revela con mayor claridad el cambio religioso en una sociedad que una rebelión legal. Cuando los cimientos legales pasan de la ley bíblica a la ideología humanística, eso quiere decir que la sociedad deriva su vitalidad y poder del humanismo, y no del teísmo cristiano.
Quinto, en un sistema de ley no puede haber tolerancia para otra religión. La tolerancia es un artificio que se usa para introducir un nuevo sistema de ley como preludio a una nueva intolerancia.
El positivismo legal, fe humanística, ha sido salvaje en su hostilidad al sistema legal bíblico y ha aducido ser un sistema «abierto».
El propósito de Dios al requerir de Adán que se enseñoreara en la tierra sigue siendo su palabra de pacto continuado: el hombre, creado a imagen de Dios y con la orden de sojuzgar la tierra y enseñorearse en ella en nombre de Dios, es llamado de nuevo a esta tarea y privilegio mediante su redención y regeneración. La ley es por consiguiente la ley para el hombre cristiano y para la sociedad cristiana.
Nada es más mortífero ni más perjudicial que la noción de que el creyente está en libertad respecto a la clase de ley que puede tener.
Veo que muchos yerran peligrosamente ya que piensan que un estado no puede ser bien gobernado si, dejando a un lado la legislación mosaica, no se rige por las leyes comunes de las demás naciones. Cuán peligrosa y sediciosa sea tal opinión lo dejo a la consideración de los otros; a mí me basta probar que es falsa e insensata.
Tales ideas, comunes en círculos calvinistas y luteranos, y en virtualmente todas las iglesias, son de todas formas tontería heréticas. Calvino favorecía «la ley común de las naciones». Pero la ley común de las naciones en su día era la ley bíblica, aunque extensamente desnaturalizada por la ley romana. Y esta «ley común de las naciones» estaba evidenciando cada vez más una nueva religión: el humanismo.
El calvinismo quería el establecimiento de la religión cristiana; no pudo tenerla, ni podía haber durado en Ginebra, sin la ley bíblica.
Dos eruditos reformados, al escribir sobre el estado, declaran: «Debe ser siervo de Dios, para nuestro bienestar. Debe ejercer justicia, y tiene el poder de la espada». Sin embargo estos hombres siguen a Calvino al rechazar la ley bíblica a favor de «la ley común de las naciones».
Pero, ¿puede el estado ser siervo de Dios y soslayar la ley de Dios? Y, si el estado «debe ejercer justicia», ¿cómo se define la justicia, por las naciones o por Dios?
La legislación bíblica, «No matarás», y «No robarás»? ¿Acaso no tienen el propósito de ser válidos para todo tiempo y en todo orden temporal?
La ley bíblica es el único medio por el que el hombre puede cumplir su mandato de la creación de ejercer dominio bajo Dios. Aparte de la ley revelada, el hombre no puede decir que está bajo Dios sino en rebelión contra Dios.
La dirección de la ley
Al analizar este mandamiento, «no hurtarás», es importante notar, (a) que esto es positivamente el establecimiento de la propiedad privada, aun cuando, negativamente, castiga los atentados contra la propiedad. El mandamiento, de este modo, establece y protege un aspecto básico de la vida. Pero, (b) incluso más importante, este establecimiento de propiedad parte, no del estado ni del hombre sino del Dios soberano y omnipotente.
En esencia, romper la ley es ir de lleno contra Dios, puesto que todo y toda persona es creación suya. Pero David declaró, con referencia a sus actos de adulterio y asesinato: «Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos» (Sal 51:4). Esto quiere decir, entonces, (d) que la anarquía también es pecado, o sea, que cualquier acto de desobediencia temporal, de familia, eclesiástico u otro acto social, es también una ofensa religiosa a menos que la desobediencia sea por obedecer primero a Dios.
Este tipo de norma jurídica ilustra no solo el significado de la norma jurídica en las Escrituras, sino también su necesidad. Sin norma, la ley de Dios pronto quedaría reducida a un ámbito en extremo limitado de significado. Esto, por supuesto, es lo que ha sucedido.
Los que niegan la presente validez de la ley aparte de los Diez Mandamientos tienen como consecuencia una definición muy limitada de robo. Su definición por lo general se guía por la ley civil de su país, es humanística, y no es radicalmente diferente de las definiciones que dan los musulmanes, budistas y humanísticas.
La ley, entonces, primero enuncia principios; segundo, cita casos para desarrollar las implicaciones de esos principios, y, tercero, tiene como propósito y rumbo la restitución del orden de Dios.
Este tercer aspecto es básico para la ley bíblica, e ilustra de nuevo la diferencia entre la ley bíblica y la ley humanística. Según un erudito, «la justicia en su sentido Introducción verdadero y propio es un principio de coordinación entre seres subjetivos» . Tal concepto de justicia no solo es humanística sino también subjetivo.
Los hombres de la generación de Noé fueron destruidos en sus propósitos perversos, puesto que conspiraron contra el orden de Dios (Gn 6:5), a fin de instituir los procesos de restauración por medio de Noé.
El pacto de Dios con Adán le exigía que se enseñoreara sobre la tierra y la sojuzgara (Gn 1:26ss) bajo Dios y según la palabra-ley de Dios. Esta relación del hombre con Dios fue un pacto (Os 6:7). Pero toda la Escritura parte de la verdad de que el hombre siempre está en una relación de pacto con Dios.
El mandato de la creación fue precisamente el requisito de que el hombre sojuzgara la tierra y se enseñoreara sobre ella. No hay ni una sola palabra en las Escrituras que indiquen o impliquen que este mandato haya sido revocado. Hay palabras en las Escrituras que declaran que este mandato debe cumplirse y se cumplirá, y «la Escritura no puede ser quebrantada», según Jesús (Jn 10:35). Los que intenten violarla serán quebrantados.
EL PRIMER MANDAMIENTO .
La ley se da a las personas salvadas por gracia como su medio de gracia, para definir el privilegio y la bendición del pacto. Cuarto, se deduce, entonces, que la primera respuesta a la gracia, así como también el primer principio de la ley, es este: «No tendrás dioses ajenos delante de mí».
Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres. (Dt 6:1-3) Primero, el propósito al dictar estos mandamientos es despertar el temor a Dios, y que el temor estimule la obediencia. Debido a que Dios es Dios, el absoluto Señor y Legislador, el temor a Dios es la esencia de la cordura y el sentido común.
Apartarse del temor a Dios es carecer de todo sentido de realidad.
Segundo, «El mantener el temor a Dios traería prosperidad, y el crecimiento de la nación prometido a los padres. […] El crecimiento de la nación había sido prometido a los patriarcas desde el principio (Gn 1:1; cf. Lv 26:9)» . Es, por consiguiente, necesario conservar este temor y obediencia de generación a generación. En Deuteronomio 6:4-9 llegamos a una declaración central y básica del primer principio de la ley: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.
Los primeros dos versículos (6:4, 5) son el Shemá Israel, que se recita como la oración de la mañana y de la tarde en Israel, y «que los rabinos consideran que contiene los principios del decálogo»2 . La segunda porción de la shemá, v. , encuentra su eco en Deuteronomio 10:12, 13: Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad.
La ley prohíbe la propia ley del hombre: «No haréis como todo lo que hacemos nosotros aquí ahora, cada uno lo que bien le parece» (Dt 12:8), y esto se aplica a la adoración tanto como al orden moral.
El primer principio de la shemá Israel es, por lo tanto, un Dios, una ley. Es la declaración de un orden moral absoluto al cual el hombre debe avenirse.
Si Israel no puede admitir otro dios y otro orden-ley, no puede reconocer ninguna otra religión u orden-ley como válida ni para sí mismo ni para nadie. Debido a que Dios es uno, la verdad es una. Los demás perecerán en su camino, a menos que se vuelvan y se conviertan (Sal 2:12).
La coacción básica se reserva para Dios. Debido a que Dios es uno, y la verdad es una, la única ley tiene coherencia interna. La unidad de la verdad aparece en la unidad y coherencia de la ley. En lugar de ser estratos de diversos orígenes y utilidad, la ley de Dios es esencialmente una palabra, un todo unificado.
Los órdenes políticos modernos son estados imperiales politeístas, pero a las iglesias no les va mucho mejor. Sostener, como las iglesias católica romana, griega ortodoxa, luterana, calvinista, y virtualmente todas las demás sostienen, que la ley fue buena para Israel, pero que los cristianos y la iglesia cristiana están bajo la gracia y sin la ley, o bajo otra ley más alta, más nueva, es politeísmo implícito.
La herejía joaquimita ha infectado profundamente a la iglesia cristiana. Según esta herejía, la primera edad del hombre fue la edad del Padre, la edad de la justicia y la ley. La segunda edad fue la edad del Hijo, del cristianismo, de la iglesia y de la gracia. La tercera edad es la edad del Espíritu, en la cual los hombres se vuelven dioses y son su propia ley.
El dispensacionalismo también es evolucionista o politeísta o ambas cosas. Dios cambia o altera sus formas de tratar con el hombre, de manera que la ley se administra en una edad, y no en otra. Una ve la salvación por obras, otra por gracia, y así por el estilo.
Pero las Escrituras nos dan una aseveración contraria: «Porque yo Jehová no cambio» (Mal 3:6). Todo intento de contraponer la ley y la gracia es politeísta o por lo menos maniqueo; da por sentadas dos maneras y poderes supremos en contradicción entre sí. Pero la palabra de Dios es una palabra, y la ley de Dios es una ley, porque Dios es uno. La palabra de Dios es una palabra-ley, y es una palabra-gracia; la diferencia está en los hombres, en virtud de la elección de Dios, y no en Dios.
Deuteronomio 28
Bendiciones para Venezuela
Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra.
2 Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios.
3 Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo.
4 Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas.
6 Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir.
7 Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti.
8 Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da.
9 Te confirmará Jehová por pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieres en sus caminos.
10 Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán.
11 Y te hará Jehová sobreabundar en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, en el país que Jehová juró a tus padres que te había de dar.
12 Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado.
13 Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas,
14 y si no te apartares de todas las palabras que yo te mando hoy, ni a diestra ni a siniestra, para ir tras dioses ajenos y servirles.
Maldiciones para Venezuela
(Lv. 26.14-46)
15 Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán.
17 Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar.
18 Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas.
19 Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir.
20 Y Jehová enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo cuanto pusieres mano e hicieres, hasta que seas destruido, y perezcas pronto a causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás dejado.
21 Jehová traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella.
22 Jehová te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas.
23 Y los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro.
24 Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas.
25 Jehová te entregará derrotado delante de tus enemigos; por un camino saldrás contra ellos, y por siete caminos huirás delante de ellos; y serás vejado por todos los reinos de la tierra.
26 Y tus cadáveres servirán de comida a toda ave del cielo y fiera de la tierra, y no habrá quien las espante.
27 Jehová te herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón de que no puedas ser curado.
28 Jehová te herirá con locura, ceguera y turbación de espíritu;
29 y palparás a mediodía como palpa el ciego en la oscuridad, y no serás prosperado en tus caminos; y no serás sino oprimido y robado todos los días, y no habrá quien te salve.
30 Te desposarás con mujer, y otro varón dormirá con ella; edificarás casa, y no habitarás en ella; plantarás viña, y no la disfrutarás.
31 Tu buey será matado delante de tus ojos, y tú no comerás de él; tu asno será arrebatado de delante de ti, y no te será devuelto; tus ovejas serán dadas a tus enemigos, y no tendrás quien te las rescate.
32 Tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo, y tus ojos lo verán, y desfallecerán por ellos todo el día; y no habrá fuerza en tu mano.
33 El fruto de tu tierra y de todo tu trabajo comerá pueblo que no conociste; y no serás sino oprimido y quebrantado todos los días.
34 Y enloquecerás a causa de lo que verás con tus ojos.
35 Te herirá Jehová con maligna pústula en las rodillas y en las piernas, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que puedas ser curado.
36 Jehová te llevará a ti, y al rey que hubieres puesto sobre ti, a nación que no conociste ni tú ni tus padres; y allá servirás a dioses ajenos, al palo y a la piedra.
37 Y serás motivo de horror, y servirás de refrán y de burla a todos los pueblos a los cuales te llevará Jehová.
38 Sacarás mucha semilla al campo, y recogerás poco, porque la langosta lo consumirá.
39 Plantarás viñas y labrarás, pero no beberás vino, ni recogerás uvas, porque el gusano se las comerá.
40 Tendrás olivos en todo tu territorio, mas no te ungirás con el aceite, porque tu aceituna se caerá.
41 Hijos e hijas engendrarás, y no serán para ti, porque irán en cautiverio.
42 Toda tu arboleda y el fruto de tu tierra serán consumidos por la langosta.
43 El extranjero que estará en medio de ti se elevará sobre ti muy alto, y tú descenderás muy abajo.
44 El te prestará a ti, y tú no le prestarás a él; él será por cabeza, y tú serás por cola.
45 Y vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te perseguirán, y te alcanzarán hasta que perezcas; por cuanto no habrás atendido a la voz de Jehová tu Dios, para guardar sus mandamientos y sus estatutos, que él te mandó;
46 y serán en ti por señal y por maravilla, y en tu descendencia para siempre.
47 Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas,
48 servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare Jehová contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte.
49 Jehová traerá contra ti una nación de lejos, del extremo de la tierra, que vuele como águila, nación cuya lengua no entiendas;
50 gente fiera de rostro, que no tendrá respeto al anciano, ni perdonará al niño;
51 y comerá el fruto de tu bestia y el fruto de tu tierra, hasta que perezcas; y no te dejará grano, ni mosto, ni aceite, ni la cría de tus vacas, ni los rebaños de tus ovejas, hasta destruirte.
52 Pondrá sitio a todas tus ciudades, hasta que caigan tus muros altos y fortificados en que tú confías, en toda tu tierra; sitiará, pues, todas tus ciudades y toda la tierra que Jehová tu Dios te hubiere dado.
53 Y comerás el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos y de tus hijas que Jehová tu Dios te dio, en el sitio y en el apuro con que te angustiará tu enemigo.
54 El hombre tierno en medio de ti, y el muy delicado, mirará con malos ojos a su hermano, y a la mujer de su seno, y al resto de sus hijos que le quedaren;
55 para no dar a alguno de ellos de la carne de sus hijos, que él comiere, por no haberle quedado nada, en el asedio y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en todas tus ciudades.
56 La tierna y la delicada entre vosotros, que nunca la planta de su pie intentaría sentar sobre la tierra, de pura delicadeza y ternura, mirará con malos ojos al marido de su seno, a su hijo, a su hija,
57 al recién nacido que sale de entre sus pies, y a sus hijos que diere a luz; pues los comerá ocultamente, por la carencia de todo, en el asedio y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en tus ciudades.
58 Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS,
59 entonces Jehová aumentará maravillosamente tus plagas y las plagas de tu descendencia, plagas grandes y permanentes, y enfermedades malignas y duraderas;
60 y traerá sobre ti todos los males de Egipto, delante de los cuales temiste, y no te dejarán.
61 Asimismo toda enfermedad y toda plaga que no está escrita en el libro de esta ley, Jehová la enviará sobre ti, hasta que seas destruido.
62 Y quedaréis pocos en número, en lugar de haber sido como las estrellas del cielo en multitud, por cuanto no obedecisteis a la voz de Jehová tu Dios.
63 Así como Jehová se gozaba en haceros bien y en multiplicaros, así se gozará Jehová en arruinaros y en destruiros; y seréis arrancados de sobre la tierra a la cual entráis para tomar posesión de ella.
64 Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres, al leño y a la piedra.
65 Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; pues allí te dará Jehová corazón temeroso, y desfallecimiento de ojos, y tristeza de alma;
66 y tendrás tu vida como algo que pende delante de ti, y estarás temeroso de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida.
67 Por la mañana dirás: !!Quién diera que fuese la tarde! y a la tarde dirás: !!Quién diera que fuese la mañana! por el miedo de tu corazón con que estarás amedrentado, y por lo que verán tus ojos.
La palabra bendice y condena según nuestra respuesta a
ella.
Venezuela tú tienes la última palabra sobre tu destino
En este día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, de que les he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escojan, pues, la vida, para que vivan ustedes y sus descendientes; DEUTERONOMIO 30:19Leer mas
Tomando como referencia este pensamiento político-teológico, filosófico cristiano es que hemos de hechar las bases del nuevo pacto constitucional para levantar la Venezuela teocrática cristiana.
Si estas de acuerdo escribanos a nuestro correo teocraticosvzla@gmail.com
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